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Del trabajo domestico y los derechos de la mujer

Muchas veces he escuchado y leído a quienes dicen que el trabajo más antiguo de las mujeres es la prostitución. Así lo han querido ver, quienes de una u otra manera, niegan los esfuerzos de las mujeres (sea madre, esposa, hermana, hija) en el hogar.
Nosotras mismas, no lo reconocemos, por ejemplo, yo para referirme a la edad en que comencé a trabajar, recuerdo mi primer trabajo remunerado, que fue a los 16 años, luego de terminar el bachillerato; pero jamás he dicho que desde los 8 o 9 años, yo lavaba mi ropa, ayudaba a mi madre en casa y no sé desde que edad ayudaba con mis hermanos, porque apenas cuando yo tenía 14 meses, nació mi siguiente hermano, de los 4 que nacieron después.
Mi pobre madre, con 6 muchachos no iba a poder sola, por un tiempo intentó pagarle a alguien que la ayudara en todo lo que implica limpiar, lavar, planchar , cocinar, etc., pero las mujeres se cansaban rápido, debido a exceso de trabajo que implica lavar ropa de 8 personas, plancharla, cocinar para 8, es demasiado.
Así que a mi madre no le quedó más que delegar en sus hijos, se colocaron normas en la casa, como por ejemplo:
Para los grandes (los tres primeros hijos): Cada quien lava su ropa, su plato, y limpia su cuarto.
Para los Pequeños: Al quitarse la ropa la dejan en la cesta del baño, secan el baño al salir (esta era para todos), recogen el plato de la mesa y lo dejan en el lavaplatos, tienden su cama, no desordenen la ropa al sacarla de la gaveta, y no desordenen nada que haya arreglado mamá o alguno de sus hermanos mayores.
Mientras íbamos creciendo, las responsabilidades iban aumentando, por ejemplo, me tocó aprender a lavar el baño (todavía odio hacer eso), limpiar el piso (desde barrer hasta pulir después de la cera) e incluso a cocinar, por lo general las cenas.
Entre mis hermanos todo era una jugadera o una peleadera, cuando no estábamos reclamando que uno hizo y el otro deshizo, estábamos deshaciendo juntos. Y a alguien le tocaba limpiar todo eso, desde los cojines de los muebles hasta las pisadas en el piso recién limpiado.
Mi papá, que salía muy temprano y regresaba entrada la noche, pedía desde que le quitaran los zapatos, hasta que le sirvieran la comida, además de que no se le hiciera ruido mientas el leía el periódico, veía las noticias, o dormía.
Para esa hora, mi mamá tenía todo en orden, la cocina limpia, el baño impecable, la comida caliente, y sala y habitaciones arregladitas. Claro que para ello, mi hermana y yo ayudábamos, y a mi hermano le tocaban una labores menos femeninas (uds saben lo del machismos), el recogía la ropa de las cuerdas, sacaba la basura, y limpiaba el jardín y el patio. Cosas que prácticamente se hacen una vez a la semana.
Mi papá los domingos, reparaba hasta lo que estaba bueno, ese era el peor día de la semana para mi hermano, porque mi papá con caja de herramientas en mano, lo despertaba y pedía que ayudara, si él estaba debajo del carro, mi hermano debía permanecer al lado, pasándole herramientas, como un instrumentista de médico y así mismo, cuando arreglaba algún artefacto, toma corriente o lo que estuviera haciendo.
Ninguno de mis hermanos hacen referencia a esos trabajos como una labor, y menos que cuando no queríamos hacerlo mi papá nos aplicaba una psicología represiva que consistía en no darnos dinero, y cuando necesitábamos algo, nos decían: bueno, yo tengo palta para la sra que viene a limpiar, si quieres limpias la casa y te pago a ti.
En esa época, no había lopna, porque fácil habría ido a demandar a mi papá y mamá. Pero ahora puedo entender que alguien tiene que hacer las labores de la casa y una sola persona no puede con todo, a pesar de que mi mamá no trabajaba fuera de casa, que ella hiciera todo en una casa que viven 8 personas era más que injusto. Pero lo más injusto de todo, es que a ella jamás se le pagó ni medio partido por la mitad por todo lo que hizo, no se le han reconocido –jamás- unas vacaciones y mucho menos prestaciones, bonos, o beneficios.
Para colmo, mi madre en busca de mecanismos para ganar dinero, se ideó una de repostería y por mucho tiempo hizo tortas por encargo, para ayudar a mi padre en una época en que las cosas se pusieron difíciles.
Esa fue la etapa más injusta en la vida de mi madre, ella pasaba el día metida en la cocina, haciendo tortas, pero igualito a la llegada de mi papá tenía, comida, casa, ropa, y todo listo. Además de su trabajo, debido a que mi papá se sentaba a leer o ver tv y quería que ella estuviera al lado de él, que dejara todo lo que tenía que hacer y conversara con él.
Sin menoscabo, de los esfuerzos de mi madre por verse bella, por oler bien, por quitarse el olor a ajo y cebolla de las manos, estar peinada, y bella para mí papá.
Pero cuando le preguntaban si trabajaba, ella decía que no.
La realidad era que no le pagaban, pero el trabajo era interminable, cuando terminaba una cosas, ya había que hacer otra, y a decir verdad, mi casa nunca estaba al día, siempre faltaba algo, cuando no eran los cuartos, era el baño, la cocina, la comida, el porche, el jardín, el lavandero, la ropa por lavar o planchar, siempre había algo que hacer y por más que nos dividiéramos el trabajos era casi imposible descansar por un día de los trabajos de la casa.
Todo el que tenga casa, sabe que no exagero, y que el trabajo domestico es interminable, tanto o más, como impagable es.
Lo peor de todo, es el poco reconocimiento que se le hace, a mi papá se le ocurrió una vez responderle a mi mamá, con estas palabras: “cuando no te diga que está maluco, es porque está sabroso”, en muestra de obstinamiento, porque mi mamá todos los días le preguntaba si le había gustado la comida. Y coincidencialmente, el siempre se daba cuenta de lo que no estaba listo, pero jamás, hacía referencia a lo que estaba listo.
Es poco normal que los miembros de una familia entren al baño y salgan alabando a quien lo limpió, pero si es normal que se quejen cuando está sucio y reclamen a quien le corresponda hacerlo.
Afortunadamente, para la suerte de mi madre, ya en mi casa solo quedan 3 de 6 hijos, quienes le ayudan y cada día ella tiene menos trabajo y aun cuando estamos los 6 hijos, con sus respectivas parejas e hijos, las normas siguen siendo las mismas y a todo el mundo le toca hacer.
Pero menos suerte tenemos las mujeres de hoy en día.
Quienes salimos a trabajar de sol a sol, aportamos dinero a la sociedad conyugal, mas de una vez nos ha tocado sacar de cualquier problema económico a nuestras amadas parejas, mucha de nosotras ganan más que sus conyugues, pero a la hora de que falta la mujer que trabaja en nuestras casa, somos nosotras las primeras responsables de las labores (impagables) domesticas.
Una mujer trabajadora (que cumpla horario), por ejemplo, debe abrir los ojos desde la 5:00 am (mínimo), organizar la comida del día, arreglarse (lo más bella posible) salir corriendo a trabajar (llegar puntual), pasar todo el día en la calle, llegar entrada la noche a organizar la casa, de modo que no se le acumule todo para el fin de semana, cocinar para el día siguiente, para poderse ir a la cama (muerta de cansancio), y volver a la rutina de los 5 o 6 días de trabajo que debe cumplir en la calle, para llegar a su día libre.
Que ironía, que el día libre nuestro es: lavar, planchar, cocinar, limpiar.
Hoy en día, existen muchos hombres que colaboran, unos se comparten el trabajo, y otros prácticamente lo hacen todo, hay una nueva generación de hombres que no quiere una cachifa sino una compañera, que además reconocen el valor del trabajo. Pero aun falta para que exista un reconocimiento por la labor domestica, que es un trabajo más de los muchos que realizamos y no se pagan.

1 comentarios:

lucho llanca dijo...

Esta muy bueno te felicito!!!

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