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Pelando la cebolla



El gusto por la lectura es un pasaje ida y vuelta a cualquier parte, a través del mundo real y el imaginario, es un encontrar de tus propias incógnitas y es además de una forma de vida, una razón para no morir.

Desde hace tiempo sé, que prefiero leer antes que escribir, aunque escribir sea una necesidad producto de la lectura, el que lee, necesariamente escribe, por lo que se vuelve esto un espiral que no parece querer cerrarse. Por eso, de cada libro que leo siempre quiero escribir y aquí vengo a contar lo que he encontrado en “Pelando la cebolla”. Que me ha hecho llorar tanto como la tía Tita de “Como Agua para Chocolate”, cuando picaba la cebolla, para cocinar sus recetas, pero en este libro no hubo cebolla que picar, sino que pelar imaginariamente, y en esas pieles se encontraba la historia de vida de un hombre que su transitar me transportó por el mundo real y el imaginario que se encontraba en su mente.

Esta vez, ese viaje a cualquier parte a través del mundo me llevó por la vida de Günter Grass, a la II Guerra mundial, a Alemania que una cultura de la cual he estado muy cerca y siempre he querido conocer, a Italia, Francia, Suisa, Inglaterra …
Me llevó a la vida de un niño, vista desde la madurez de un viejo se sienta a revisar lo que ha hecho desde los 9 años, se mira, se juzga, se culpa y al mismo tiempo se perdona, con lo que a veces se justifica, sin mentirse a sí mismo, pero dejando la duda para quien no quiera creer. Así se desarrolla el libro de Günter Grass, autor de grandes obras de la literatura actual, pero esta vez, decidió ofrece su autobiografía al mundo, para una vez más dejar salir de su magnifica pluma (o máquina de escribir Olivetti) un regalo a la literatura moderna.

La historia comienza en el mismo punto en que termina, en la narración de un hombre que nació en 1927 que decide mirar su vida desde sus niñez hasta el año 1958 momento en el cual escribe su primer cuento largo, llamado “el tambor de hojalata”. Y que se convirtiera éste en su consagración como escritor.

Por lo tanto, cuando él habla en presente, interpreto que es el momento y los sucesos que estaban ocurriendo cuando escribió el libro y es de entender que el autor durante todo el libro, está mirando el pasado, pero éste, juega con los tiempos y por una parte habla en presente y en otras muestra el pasado como si estuviera transcurriendo, así como juega con la primera y tercera persona, con el plural y con el singular. Todo, se conjuga en una historia de vida maravillosa, una vida que de tanto pelarla, como si fuera una cebolla se llega al corazón mismo del autor, de su gente, de su entorno, del momento histórico que le tocó vivir, de la pobreza, del fascismo, de la revolución, del odio y el perdón.

Grass intenta desnudar su vida y lo hace muy bien hasta el momento que conoce a Anna (su esposa), se puede encontrar en él su manera de ver su infancia, cortada por la decisión de dirigirse a la muerte, perdón, a la guerra. Muerte a la que sobrevive físicamente, porque en efecto el niño al que se lo cortó la infancia, nunca regresó a casa; en su lugar, volvió un muchacho, frío que parecía no saber lo que quería, que amaba a su madre, pero no era capaz de decírselo, así como a su hermana, a quien siempre juzgó y criticó, siempre respetándola, pero viéndola como la niña que estaba allí para acompañar a los padres.

Sin embargo, tras un tardío regreso al seno de su familia, comienza a encontrar en las presiones del padre y la madre, una razón más para seguir deambulando por el mundo, esta vez, fue la tercera hambre (como él lo llama), y esa hambre es la necesidad del arte, ésta, se podía alimentar una vez alimentada el hambre de comida (que es la primera hambre) y posee también la capacidad de menguar el hambre de sexo que es la segunda de las hambres por las que pasó durante la guerra.

En el arte, conoció a sus amores, se alimentó, mente cuerpo y alma, y se encontró como escritor. También se desarrolló su vena lectora, que en la guerra, tuvo que detener por razones obvias, pero que desde niño poseía y compartía con su madre, mujer que marcó su vida.

Pocas veces, he leído de un hombre un amor tan hermoso hacia la madre, a quien nombra por su puesto desde que inicia, cuando describe que a los 12 años todavía se sentaba en sus piernas, y dedica un capítulo para contar su muerte. La última página de ese capítulo es verdaderamente desgarradora, mucho más que cuando describió las muertes en los campos de batalla, como apilaban las partes de seres humanos y tomaban fotografías, el hambre y las necesidades sexuales de los soldados. Allí se puede entender, que mirar la vida hacia el pasado es como pelar una cebolla y que mientras más llegues al corazón, es más seguro que acabes llorando. El autor reconoce en su madre a la mujer, la vecina, la amiga, la esposa, la hija, la intelectual, la inteligente, la hermana, la suegra, la correcta, la bondadosa y la perfección que toda mujer -y en especial su madre-, tenía por dentro. Con ese capítulo se terminó de ganar mi admiración, por cuanto puedo valorar en un hombre que sabe querer a su madre un hombre capaz de –verdaderamente- amar a las mujeres y de eso necesita mucho este mundo.

Luego de la muerte de su madre, solo quedó describir un poco su historia como esposo, pero noté –en lo particular- que el muchacho que se masturbaba con mucha frecuencia, que tenía dos bailarinas para menguar su hambre de sexo, que conoció el amor, en una mujer que le calmó la segunda hambre, y que se había desnudado durante todo el libro, se comenzó a vestir y solo mostraba las partes de su vida que le permitía el nuevo estado civil. Fascinante como todo el libro, pero me gustaba más desnudo que medio tapado, pero encuentro normal, que desde que conoció a Anna su vida cambiara y que su intimidad deba permanecer en un lugar reservado para ellos solos. Tampoco puedo restarle majestad a esta parte de su vida y a su descripción que es en todo momento impecable, y que termina en un momento importante de su transcurrir, dejando las ganas de conocer lo que viene y con la expectativa de una segunda parte de pelando la cebolla.

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