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La Arena que nos Vistió

Vasily Mendoza me puso su libro en las manos. Yo asumí que me lo estaba prestando y lo guardé en mi cartera; después me di cuenta de qué solo me lo estaba mostrando, pero cuanto intenté devolvérselo ya le dio vergüenza quitármelo e insistió en que lo leyera.
Aunque dudaba que lo leería, después me di cuenta que se trata de esa fama que tenemos los venezolanos de no leer, pero si de coleccionar libros en bibliotecas frondosas sin sentido verdadero, por solo coleccionar enceres que no usamos, que son parte de un consumismo que nos consume.
Pero ese no es mi caso, aunque Vasily Mendoza no lo sabía, ahora que he terminado de leerlo, le devolveré su ejemplar, para que lo siga conservando. Porque sé lo difícil que le será obtener otro, ahora que está lejos de su Cuba que tanto extraña.
La Arena que nos visitó, es la primera publicación del joven Vasily Mendoza, publicada en 2000, y ganadora del premio Emilio Ballagas 1999.
Relata un sueño, un sueño masculino diría yo, lleno de temores masculinos relacionados con conquistas, tierras perdidas, paraísos, mujeres hermosas, musas, inspiraciones, y traiciones femeninas, amantes y madres. Este sueño, es también la pesadilla de un hombre que se cree Ulises, que ve un su amante a Penélope y confunde a su tierra con Itaca, que también puede ser una mujer o una ciudad.
Ayax , en algún momento mató a su madre, a quien recuerda como una amante y ve en todas las mujeres que desea. Recuerda a su madre, pero la llama por su nombre de pila, porque la desconoce, la recuerda acariciándolo, mirándolo con los ojos mas hermosos que haya visto. Es su madre y la ama, pero él solo la quiere para sí.
Como hijo único, nunca vio a su madre acariciar a otro niño, por eso, muere de celos cuando ve que a su madre la visitan hombres, que tal vez, es un solo hombre, -el hombre con el que se casará- pero Ayax ve mal que su madre reciba visitas y por eso la confunde con uno de sus temores. La prostitución.
Una noche, mirándola desde la oscuridad, desde las sombras que se reflejan por un rayo de luz, como lo había hecho ya antes, se arma de valor y tomando cualquier objeto mata a su madre. A quien posteriormente recordaría como Aymara, pero que sin saber por qué, extrañaría y vería en todas las imágenes, le hablaría sin saber quién es, desearía tener a su lado para contarle todo, como un niño que llega del colegio a contarle a mamá lo que ha visto, pero también como un amante que le dice a su mujer cuanto la ama.
Es la mujer en la novela de Vasily un ser temible, capaz de conceder en un instante todos los sueños de un hombre, pero tan dañina como una copa de arsénico que consume en un instante, la cordura, la vida, la razón. Es la mujer para Ayax lo que es la pasión en él. Un instante que se sacia en la lujuria y luego no se sabe que hacer con ello.
Ayax comenzó a tener visiones, estas visiones ocasionadas por la muerte de su madre o tal vez las visiones lo hicieron matarla, no sabe cuando está despierto o cuando está dormido, avanza y retrocede en un universo sin sentido, que solo sabe de Aymara, que ve en Valas a su madre, que es Aymara y que es una mujer en la que engendró un hijo que heredaría sus afanes.
En su locura, arrastra a Adolfo, que podría ser su amigo o su padre, pero si el padre de Leo que es también un misterio que aparece y desaparece, que todos conocen y de pronto todos olvidan.
Está en Juventina, pero también está en Itaca, porque es Ulises pero Aymara que es su madre es Penélope -y si Penélope en la Odisea es la esposa de Ulises- al final no se puede saber quien es quién, como en una pesadilla de la que despertamos y tratamos reconstruir, pero no se sabe nada, ni donde transcurren los hechos, ni cual es el comienzo y menos el final.
Ayax llegó a casa de Adolfo a presenciar su muerte, éste enfermo de un cáncer –al parecer pulmonar- es arrastrado por la pasión de Ayax a buscar objetos que lo llevarán a Eden, una tierra prometida que Ayax necesitaba encontrar, pero que ya había estado en ella y que los Dioses lo habían expulsado, tal vez, porque allí fue donde acabó con la vida de Aymara.
Adolfo, estuvo enamorado de Aymara, pero nunca se lo dijo a Ayax. Pero por los hechos, tal vez siempre lo supo y por eso fue a su casa a verlo morir. Tal vez sea Ayax la misma muerte que nadie puede ver y que solo fue a Juventina a remover la Arena que cubriría el cuerpo de Adolfo. Por eso leo se fue corriendo, para evitar que la muerte lo arrastrara.
En ese desorden de pesadillas, estuvo Ayax desenterrando objetos sin recordar lo sucedido en Juventina, olvidando la lluvia, los derrumbes, y la muerte de Adolfo. Se encontraba solo con Valas y con un hijo que había engendrado en ella, como si él fuera el único que intervino en esa creación y como si el vientre de la mujer fuera solo un lugar donde depositar hijos.
Pero el pasado que había olvidado, se repetía en la arena cubriendo el cuerpo de Adolfo y él desenterrándolo, se repetía en un hombre que llega a remover nombres olvidados y en una mujer que atiende, que obedece y ama. Una madre que es una amante. Un rostro que es la mujer que teje y desteje esperando a su amante.
La historia está llena de temores, de Dioses que castigan, que vigilan y dirigen, los hombres están siempre soñando con otra tierra, descubriendo objetos inservibles que coleccionan como muestra de una tierra prometida que no terminan de encontrar, las mujeres cumple los deseos, aman y traicionan.
En cuanto a la redacción de la novela, ésta fue redactada en tercera y primera persona, el narrador se calla en algunos momentos y da paso a la primera persona de Ayax, de Leo y Adolfo. El narrador a su vez, puede saber lo que piensa Ayax, lo que piensa Aymara, Valas, Adolfo y Leo. Pero también puede saber los secretos, las cosas que no han dicho nunca y que tienen implicaciones en los sueños, en las pesadillas.
Los diferentes párrafos separados por espacios amplios, hablan de diferentes momentos, de diferentes personas, pero el narrador a veces describe situaciones pasadas, donde hechos como el de la muerte de Aymara se pierde en la suposición, así como la relación maternal con Ayax.
Al final, solo estoy tratando de darle orden a un sueño descrito en un cuento. La historia no dice en ningún momento que Ayax mató a su madre, ni que Aymara es la Madre de Ayax. Pero por los hechos lo puedo suponer. Tal vez si la vuelvo a leer, descubra que pasó con Leo y que significado tiene el hombre que llegó a la playa cuando Ayax desenterró el cráneo de Adolfo.
La novela transcurre en Juventina, que es un lugar cualquiera, que no es descrito con exactitud, es un lugar que podría ser Cuba, Venezuela o cualquier lugar. Solo se menciona la playa, la arena, la lluvia y los derrumbes. Ayax y Adolfo buscan a Eden que puede ser cualquier paraíso que simplemente está en la mente de los hombres.
En este afán de darle sentido a una sueño, se me ocurre pensar que tal vez Vasily describe a un Ayax que no está en Juventina sino en Cuba, pero como no se atreve a buscar el paraíso en el horizonte que dibuja el mar, lo busca escarbando la arena, como si pudiera llegar a través de un hueco a una tierra prometida que solo le da objetos que no necesita, objetos que solo sirven de adorno, que muestran figuras, rostros y que son tan innecesarios como lo son las bibliotecas de los venezolanos, llenos de libros que no leen o como son los objetos que las sociedades de consumo han inventado.
Los Dioses y el miedo que los habitantes de Juventina le profesan, pueden ser las autoridades que vigilan y castigan, las mismas que como si estuvieran en el cielo ven todo lo que pasa desde un panóptico, por ello le temen y respetan y por ello es tan importante ser aceptado por los Dioses, porque lo contrario es estar ausente (tal vez en la cárcel) y tal vez, sea de un castigo como ese, el lugar de donde llega Ayax, después de un tiempo que estuvo ausente, que justamente coincide con el escape de una iglesia donde estuvo husmeando y los dioses lo vieron.
Misterios que no se como develar. Porque simplemente la Arena que nos Vistió es solo un sueño, que avanza y retrocede, que no tiene sentido, como cualquier sueño en el que te encuentras hablando con alguien que sabes quien es pero que tiene otro rostro, que estas sentado en un lugar, pero con solo voltear la cabeza estas en otro, y caminas un poco y te vas al futuro o al pasado. Eso es la Arena que nos Vistió, un sueño que refleja temores, enredos y sueños de estar en otro lugar.

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