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Descubriendo el Tango

Como si se tratara de descubrir el agua tibia, he comenzado a conocer el tango. Luego de la aceptación de mi ponencia sobre los adelantos de mi tesis doctoral, en el X Congreso Internacional de Feminismos en Argentina, a realizarse en mayo en la ciudad de Buenos Aires, he comenzado a prepararme a las experiencias que viviré durante una semana en Argentina.
El clima y la gastronomía fueron las primeras cosas que investigué, además de la moneda y las posibilidades de ir de comprar, los lugares que puedo visitar, las librerías, galerías y restaurantes. Leyendo algunos blogs sobre la cultura argentina, me he enterado de la influencia cultural que lleva implicado el tango, además de la fantasía que despierta en mi memoria recordar la escena de Al Pacino en Scent of a Woman, que faltan las palabras para describirla.




La primera vez que vi esta película, la escena del tango sencillamente me encantó, pero saber que estaré en la casa del tango, me hace fantasear con un episodio, por lo menos parecido, en mi vida. Un perfume exquisito en mi piel, un vestido que muestre todo aquello que se puede mostrar y el pleno conocimiento de mis movimientos ante una invitación a bailar un tango.
Lo que parece una fantasía, se ha convertido en el descubrir de una cultura, en el despertar de una conducta ajena para mí, porque el tango no comienza con la invitación a bailar, forma parte de toda una preparación exquisita, de la selección del vestido, los zapatos, el peinado, para pasar a transformar la conducta (por lo menos la mía) en un seducir al caminar, excitar al mirar y fascinar con los movimientos. Es un verdadero culto a la seducción, que juro, no sé hacer.
Para aprender, me inscribí en un curso de tango, que ha sido la ruptura de mis paradigmas femeninos, para pasar a lo que yo he tachado siempre de “anti-feminista”, porque está ligado a la competencia y el dominio de los sexos en la seducción. Claro que el tango no es una antesala al sexo, (aunque bien podría serlo), pero es un juego de movimientos seductores, apasionados, que acaloran y excitan “al baile”.
Mi primera clase ha sido una lección de qué ropa zapatos usar, cómo caminar sensualmente, cómo mover las caderas en ese caminar, mirar fijamente, rosar la piel, cómo dar la mano de manera provocativa, cómo sentarme, mostrar la rodilla y formar curvas en mis movimientos al caminar y sentarme. Todo lo contrario a lo que soy, pero estoy fascinada de descubrir que puedo, que me siento bien y sacándole provecho a mis sensaciones para plasmarlas en mis escritos y trabajos sobre feminidad y feminismo.
Experimenté con mi profesor un profesionalismo muy interesante, que se denota en la seducción que utiliza en la clase y la normalidad de su trato al terminar. Eso me alentó muchísimo, porque yo no podría dejar mi manera desaliñada de ser para convertirme en una provocativa seductora mujer, pero entiendo que puedo dejar salir la sensualidad que hay dentro de mí por unas horas de clase y otras de baile, una vez que aprenda, para luego pasar a la normalidad. Será como pasar un botón de encendido y apagado a la sensualidad.

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